El termómetro ya había descendió a 18 grados bajo cero, pero aún así elegimos dormir en el porche como de costumbre. Por la noche, lo más familiar para mí, son las estrellas en el firmamento. Aunque eran solo unos pequeños puntos centelleantes, yo ya me había acostumbrado tanto a ellos que su ausencia ocasional me traería una inmensa soledad y hastío.
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